13 de marzo de 2012

El celular está cambiando la forma de relacionarnos en sociedad


 
Los celulares poco a poco se han convertido en un elemento indispensable en la vida diaria. Hoy casi nadie sale de su casa sin llevar uno, y gracias a su masificación es posible ver usándolos a personas de distintas edades, creencias y grupos sociales, sin importar el lugar, la hora ni el momento, haciendo que todos estemos conectados.
O más aislados. Aunque suene paradójico, recientes investigaciones sugieren que en la medida en que la tecnología nos hace sentir más cercanos al mundo, es menor la necesidad de tener contacto real con los demás.
Basándose en observaciones a grupos de estudiantes universitarios de ambos sexos, investigadores del Robert H. Smith School of Business de la Universidad de Maryland concluyeron que mientras más se usa el celular, más egoísta se vuelve la persona.
Otra forma de verlo es que quienes usan teléfonos móviles con frecuencia tienden a preocuparse más de sí mismos y menos del comportamiento "prosocial"; es decir, de las acciones que buscan el beneficio de la sociedad como un todo. De hecho, en el estudio se descubrió que, tras un corto tiempo de usar un celular, los usuarios pierden el interés de realizar trabajos voluntarios cuando se les pide hacerlo.
Rosellina Ferraro, académica integrante del estudio, explica a "El Mercurio" que los seres humanos tienen la necesidad de conectarse con otros, pero "utilizar el celular satisface la necesidad de pertenencia, y como consecuencia de ello, el interés por los demás y por las obras de caridad decae".
Incluso, en el estudio se determinó que los usuarios de celulares se sienten "más conectados" a los demás que los usuarios de Facebook, por ejemplo. Por ello, en estos últimos ese egoísmo sería menos evidente.
Conductas que se suman a investigaciones previas que dejan en evidencia cómo el uso del celular ha cambiado la forma de relacionarnos. "Uno de ellos es el de la fantasía de una disponibilidad casi absoluta y permanente, que puede terminar por convertirse en una esclavitud", comenta Francisca Pérez, psicóloga de la Universidad Andrés Bello.
O sea, se instala la idea de una cierta obligatoriedad de estar disponibles siempre.
A eso se une que situaciones en las que por educación antes no se interrumpían, ahora es común ver personas que sí lo hacen: contestan una llamada en medio de una reunión, de una película en el cine o de una misa. "En clases lo veo con mis alumnos. La falta de consideración es cada vez mayor", comenta Luis Gajardo, director de la Escuela de Sociología de la Universidad Central.
"Aunque aún hay personas que avisan antes que están esperando una llamada, y muestran cierto respeto por el otro, vemos que hoy se privilegia la interacción virtual más que la de cuerpo presente", agrega.
En su libro "Connections: Social and Cultural Studies of the Telephone in American Life", James Katz, director del Centro de Estudios de Comunicaciones Móviles de la Universidad de Rutgers (EE.UU.), plantea que la crítica a la mala educación de los usuarios de celular es con elástico. "Cuando uno ve a otras personas haciendo esa clase de cosas, piensa que las hacen por motivos egoístas; pero cuando uno mismo las hace, las justifica".
Una actitud que viene heredada quizás del carácter excluyente que tuvieron en sus inicios estos aparatos. "Años atrás, los celulares eran exclusividad de los poderosos, pero ahora que son bienes del mercado masivo, todo el mundo tiene delirios de grandeza, y actúa en consecuencia", comenta Eric Cohen, editor de The New Atlantis, una publicación dedicada a la tecnología.
Los especialistas reconocen que el teléfono celular se ha convertido en un importante medio de conexión y de control, tanto de padres a hijos, entre parejas o a nivel laboral, por ejemplo, con los efectos positivos y negativos que ello trae.
Francisca Pérez agrega que, sin duda, "hay una serie de beneficios que se desprenden de la eficiencia de las comunicaciones, tanto desde el punto de vista de la productividad como de las relaciones personales. Sin embargo, también hay riesgos que se desprenden de esto. Ocupamos tanto tiempo en las nuevas tecnologías, y hay tal proliferación de redes, que la mayor parte de nuestras relaciones toman allí su lugar".
Deudor en potencia

Un algoritmo elaborado en base a los mensajes de texto y llamados que realiza un usuario de celular permite predecir la conducta de esa persona frente a las deudas y, por tanto, si está en condiciones de acceder a préstamos. Así lo plantea la empresa estadounidense Cignifi, que desarrolló el software delator. "Mirando factores como la extensión de las llamadas, el horario y el lugar desde donde se realizan, además obviamente del tipo de contrato y si se recarga regularmente, es posible crear modelos de comportamiento que pueden dar informaciones acerca de la capacidad del usuario para pagar una deuda", dice su creador.
El manual de Carreño digital

Aunque en muchos países (incluido Chile) está prohibido hablar por celular mientras se maneja, hay otro tipo de restricciones que también pesan.
En Japón, el país más tecnologizado del mundo, las reglas de etiqueta del uso de celulares en espacios comunes es muy estricta. Tanto en el metro como en los trenes que atraviesan Tokio está plagado de carteles que advierten de la prohibición de hablar por celular o que éste siquiera suene.
La gente cumple la etiqueta. Incluso en trenes interurbanos sólo se puede hablar entre vagones, y constantemente se ve a los ejecutivos correr a esa zona con el teléfono en la mano.
Israel, por su parte, prohibió a los escolares usar su celular en el colegio, excepto en zonas delimitadas, y México ha neutralizado la señal de los celulares en ciertas iglesias. Lo mismo ha hecho India en su Parlamento para que nada interrumpa las sesiones.