22 de mayo de 2013

La reinvención de cinco teatros históricos de Santiago



Sobreviven principalmente gracias a arriendos y aportes privados. Y acogen desde juntas vecinales, hasta obras de teatro y conciertos de rock. Esta es la lucha de espacios patrimoniales que se resisten a cerrar sus puertas. 


Desde principios del siglo XX hasta la década del 70, la calle Huérfanos fue algo así como la Avenida Corrientes de Santiago, con una escena repleta de teatros que acogían obras, shows de varieté y espectáculos musicales.

No sólo Carlos Gardel se presentó en dos importantes escenarios del centro -el Nacional (en Huérfanos con Ahumada) y el Royal (hoy un restaurante)- sino que el Teatro Astor acogió a artistas tan célebres como Igor Stravinsky y Marlene Dietrich. También estaban el Teatro Opera, donde se hacía el Bim Bam Bum (hoy un banco) y el Teatro Balmaceda, centro de polémicas al proponer el destape sexual en los años 30, entre muchos otros.

Hoy casi no quedan rastros de ese viejo esplendor. Sólo ruinas del pasado y algunos teatros, repartidos a lo largo de la ciudad, que se niegan a abandonar su misión inicial. Salas históricas que se resisten a cerrar, pese a las adversidades.

La nostalgia del Cariola

"¡Qué vergüenza para la familia!", de la compañía de Alejandro Flores, fue la obra con que el Teatro Cariola abrió sus puertas, el 19 de marzo de 1954. Aunque el proyecto se venía gestando desde 1943, cuando Carlos Cariola -socio fundador de la Satch (Sociedad de Autores Teatrales de Chile)- decidió instalar un espacio para potenciar las tablas, en tiempos en que el cine sonoro irrumpía con éxito en la sociedad chilena.

Según documentos de la época, el 21 de abril de 1945 se compraron los terrenos en calle San Diego 246-importante foco de la bohemia capitalina- por un valor de 1.300.000 pesos de entonces. La decisión de alejarse algunas cuadras del centro fue sabia: aquí los terrenos costaban hasta diez veces menos.

Carlos Cariola murió en 1960 pero ni la Sociedad de Autores ni el teatro han desaparecido. Hoy sobrevive gracias a un público que añora los viejos tiempos y también gracias a arriendos para "cualquier actividad social, artística y educacional".

"No ha sido fácil mantenerse sobre un escenario en que varios otros están cerrando sus puertas debido a la falta de recursos", cuenta Claudio Gómez, secretario de la Satch. "Contamos con una pequeña pero fiel cartera de clientes que han visto en nuestros teatros una alternativa ante la creciente exigencia financiera de otros centros de eventos".

Ingresar en el Cariola es como viajar en el tiempo, con sus cortinas de terciopelo, sus placas conmemorativas y sus nostálgicas fotografías de personajes y montajes de antaño. Esta conexión con el pasado también se refleja en una cartelera, que en dos salas acoge desde musicales como "Jesucristo Superestrella" hasta encuentros de payadores. Pero, ¿qué tan fácil es conservar la nostalgia?

"Hay necesidades de infraestructura como la reparación o renovación de las butacas, principalmente las 630 históricas de la platea baja", especifica Gómez. "Además de esto, es necesario equipar la sala con algunos adelantos técnicos importantes como una parrilla de iluminación más completa y sistemas motorizados para el cortinaje y las escenografías. Por último, la totalidad de la propiedad, incluyendo el edificio institucional, necesitan un recambio de cableado eléctrico completo y la renovación del sistema sanitario".

Para todas estas necesidades están buscando métodos de financiamiento, como las subvenciones presidenciales que han obtenido un par de veces. Aunque hace tres años que no cuentan con este apoyo.

El mayor logro es, no obstante, haber sido declarado Monumento Histórico, el 8 de agosto de 2012.

"Esto protege al teatro en su continuidad histórica, impidiendo que sea transformado en otra cosa diferente a la original, pero no nos facilita de forma inmediata y directa ningún tipo de fondo para su restauración", añade Gómez. "Sorprendentemente, nunca nos hemos visto cerca de tener que cerrar. Pero hemos enfrentado verdaderos gigantes, casi a diario".

La resistencia del Facetas

Tras su formación en 1974, la compañía Facetas deambuló por varios lugares hasta instalarse, en el 2004, en el teatro que ocupan actualmente, en Vicuña Mackenna 602. Este fue construido en 1949 por el arquitecto Eduardo Beaudout y cuenta con 260 butacas. Cuando la compañía lo tomó, estaba completamente destruido.

La remodelación y mantención del espacio no ha sido fácil y ha durado casi una década. "Hemos sobrevivido a costa de créditos de consumo y endeudamiento permanente, vamos pagando y vamos pidiendo. Teatro Facetas no tiene propiedades, ni siquiera un vehículo, y la deuda total nunca baja de los 20 o 30 millones de pesos, pero nadie se ha quejado de que no paguemos. Lo interesante es que lo decimos sin llorar y que igual lo pasamos bien", confiesa su director Fernando Rojas. Reconoce que el trabajo que han hecho ha sido largo pero exitoso. Y que sólo les faltaría unos 8 millones de pesos para encarar un trabajo pendiente: el retapizado de las butacas.

"En alguna época postulamos con dos o tres proyectos para conseguir fondos del Estado, sin resultado. Y apreciamos desde entonces que es una pérdida de tiempo llenar esos formularios. Por la vía de los pequeños créditos se transforma en un proceso lento, por supuesto, pero paso a paso se llega lejos", agrega el director, gran responsable de levantar este acogedor teatro que cuenta incluso con una pequeña cafetería en su entrada. Parte de sus ingresos proviene también del arriendo para distintos tipos de eventos.

"En estos días por primera vez se levantan voces pidiendo apoyo para los teatros independientes. Parece que nadie se había dado cuenta de que estábamos aquí hace décadas. Por supuesto que aplaudimos las protestas y nos sumamos a ellas, pero nunca podremos liderarlas, estamos demasiado ocupados creando y tratando de sobrevivir. Y claro, siempre en riesgo de desaparecer", dice, con voz crítica, Rojas.

Pese a las adversidades, el Teatro Facetas ya tiene lista su programación para el año y están coordinando el contenido para el 2014. Este fin de semana, por ejemplo, termina la comedia "San Camilo 69" que, con la mística de los años 50 y 60, se centra en un prostíbulo que recibe la visita de un fiscalizador.

"Aunque las temporadas teatrales casi no dejan utilidades para la sala, son importantes para mostrar un teatro vivo, en cartelera permanente, y eso de a poco va formando un público", remata el director.

El giro "barrial" del Teatro Novedades

Hablar del Teatro Novedades (Cueto 257) significa abordar el esplendor que tuvo el Barrio Yungay a comienzos del siglo XX. La vecindad de personajes como Joaquín Prieto y Eusebio Lillo, levantó este espacio dentro de sus anhelos por una vida al estilo europeo. Así nació, en 1913, bajo el alero del Círculo Español, concentrándose principalmente en shows de zarzuela y cine mudo.

Hoy, tras un largo período de abandono (de 1974 a 1990) y reinvenciones -en los últimos años ha acogido a importantes bandas internacionales como Tortoise y The Buzzcocks-, el teatro es administrado por la Corporación para el Desarrollo de Santiago, entidad privada con personalidad jurídica y sin fines de lucro.

"Funcionamos con financiamientos de privados y arriendos para locaciones. Aquí, por ejemplo, se grabó la serie «Bim Bam Bum»", cuenta Bernabé Arenas, administrador del recinto que fue declarado Inmueble de Conservación Histórica por decreto municipal.

El enfoque actual es ser un espacio -con capacidad para unas 700 personas- abierto principalmente a los habitantes del barrio. Convocar a los estudiantes, a la tercera edad e incluso acoger actividades de la reconocida junta de vecinos del lugar.

"Decidimos eliminar los conciertos de rock y tenemos restricciones para eventos que no tengan que ver con el barrio. Además, hemos firmado convenios con colegios. La idea es abrirnos a la comunidad", explica Arenas.

Por estos días, el teatro está en proceso de remodelación. Es que el terremoto de 2010 dejó algunos daños en la infraestructura.

"Ojalá esté todo listo para fin de año. No hemos recibido nungún aporte del Estado. Los recursos los hemos ido consiguiendo por nuestra cuenta. Desde un comerciante de la esquina que aporta con los clavos hasta el apoyo de algunas empresas", confiesa el administrador. "La verdad es que nadie tiene recursos para remodelación. Hay voluntad pero el sistema es lento y engorroso. No hay una designación rápida y directa".

El Huemul se moderniza

Una buena muestra de perfecta convivencia entre pasado y futuro se refleja en la recuperación del Teatro Huemul (Los Algarrobos 2167), cuya construcción se remonta a 1914, en el contexto de un barrio obrero modelo que levantó el arquitecto Ricardo Larraín. Con el propósito de elevar el nivel cultural de sus habitantes, el Huemul se puso en actividad, siendo conocido como el "Municipal chico" por su estilo victoriano.

Tras sus años de esplendor, en la década del 40 se convirtió en capilla y velatorio. En los 70 fue abandonado y en los 80 trató de ser rescatado por actores como Héctor Noguera y María Canepa.

Hoy pasa por un buen momento, gracias a las gestiones de la Sociedad Cultural Huemul. Aquí se filmó la película "No" -replicando la campaña, que se grabó en el mismo lugar- y se realizan, con éxito, desde eventos glamorosos hasta tocatas de bandas de rock.

Además de los arriendos y la curatoría moderna, otra clave del Teatro Huemul es hacer partícipe a la comunidad y tener presencia en las redes sociales. Por eso abren espacios de participación para la "promoción y visibilidad" de los trabajos de compañías de teatro y grupos musicales, entre otras actividades.

Fuente: La Segunda